miércoles, 12 de enero de 2011

La importancia del cuento en el Jardín de Infantes (Raquel M. Barthe)

Cómo se relaciona el lector con el cuento, con el libro, con la lectura:
No es novedoso decir que el lector comienza a formarse aun antes de aprender a leer. Sin embargo, no está de más recordarlo.

El primer contacto del/la niño/a con la literatura es a través de las canciones de cuna, es decir, a través de la literatura oral. Más tarde será el cuento narrado o leído por la madre, la abuela o algún otro ser querido. Luego prosigue en el jardín de infantes donde el libro-objeto cobra importancia material y se transforma en un juguete más al alcance de los/as nenes/as (o, por lo menos, sería deseable que así fuese) y, finalmente, llega a la lectura directa por parte del/la niño/a que comienza su alfabetización en el primer año de la EGB.
Y aunque en el nivel inicial todavía no sabe leer, el/la niño/a se acerca a los libros con curiosidad y placer y, mientras juega a que lee, va descubriendo que hay diferencia entre lo que son letras, los números o cualquier otro signo o dibujo; descubre también que no sólo hay letras, sino que éstas forman palabras y que las mismas se leen de izquierda a derecha y de arriba hacia abajo. Sabe, además, que la fascinación del cuento que el adulto narra o lee, se escapa de ese libro que él puede hojear, tocar y sentir. Es, por lo tanto, en esta etapa inicial cuando debemos comenzar con el fomento y desarrollo de la lectura. Es entonces cuando tenemos que comprender la verdadera importancia que tiene ese contacto físico con el libro-objeto, para su formación lectora.
Ante la posibilidad de leer o narrar un cuento, las maestras se plantean algunos interrogantes tales como: para qué sirve el cuento, qué hacer con él, cómo evaluar la tarea y muchos más. Luego surge la decisión de leer o narrar el cuento elegido, que ya es una opción, puesto que el docente deberá resolver entre una forma u otra, según el momento y las circunstancias.

La mayoría de las veces, motivados por el argumento y una vez finalizada la narración (o la lectura), los nenes dibujan, pintan e inventan nuevas historias que, en ocasiones, la maestra transcribe, logrando de esta manera un texto colectivo, producido por los/as alumno/as.

Y cuando el/la niño/a ya está en condiciones de comenzar a leer por sí mismo, se hace necesario crear una situación de lectura auténtica, donde se lea con un propósito de lectura asumido por el lector porque, de lo contrario, este aprendizaje no tendrá sentido. Es por eso que es importante e imperioso que el/la alumno/a pueda incluir el proceso de apropiación de la práctica de la lectura.

Sin embargo, lo más importante al contar un cuento es el hecho de que la historia no termina con la palabra FIN. Es entonces cuando el relato se prolonga en los diálogos que se suscitan a partir de él y los/as nenes/as, sin darse cuenta, empiezan a relacionar los hechos relatados con su vida cotidiana, con su realidad inmediata y con sus propias experiencias. Y el diálogo lleva a la reflexión, al pensamiento profundo y al juicio crítico. Es un proceso que nace en el interior de cada persona y aflora a través de la expresión oral.

Pero para que todo esto suceda, la maestra tendrá que elegir cuidadosamente el cuento: que sea un texto portador de sentido. Entonces se preguntará qué criterio de selección adoptará.

El texto puede ser breve y muy sencillo, pero no por eso "simple". Con un lenguaje accesible y que pueda comprender el/la niño/a, aunque siempre introduciendo algún término nuevo que enriquezca su vocabulario.

Cabe recordar que, entre los tres y los cinco años, los/as niño/as utilizan un lenguaje reducido (lenguaje activo), pero pueden comprender mayor número de palabras de las que manejan (lenguaje pasivo). Ellos ya son capaces de enumerar los personajes y objetos que aparecen en las láminas; juegan con las palabras y disfrutan con su sonoridad; les encanta aprender nuevos vocablos y se divierten con la rima. Además desean que le cuenten el mismo cuento hasta la saciedad. Les gustan los cuentos que responden a su realidad (hogar, jardín de infantes, sus animales y juguetes). Tienen sentido del humor y se interesan por lo cómico y el absurdo. Les deleita fantasear.

Y llega el ansiado momento en que el cuento se apodera del auditorio infantil. Durante su lectura o narración, no importa que los/as nenes/as interrumpan de vez en cuando; pronto se acostumbrarán a no hacerlo si saben que tendrán la oportunidad de expresarse libremente al finalizar la historia.

Lo importante es permitirles decir lo que sienten y no inducirlos a las respuestas deseadas por el adulto. En muchas ocasiones el diálogo se transforma en un interrogatorio donde los/as nenes/as están más pendientes por complacer al docente que por decir lo que piensan y sienten; se sienten obligados a dar la respuesta que suponen es apropiada y esperada. En estos casos es el adulto quien pone las palabras en boca del/la niño/a. Y no siempre la interpretación del cuento es única o correcta porque es la que hizo la maestra. La literatura permite un plural de lecturas, ofreciendo diferentes niveles de comprensión; se puede leer y releer un texto descubriendo múltiples significados subyacentes que estimulan el juicio crítico y la sagacidad del lector, que se tornará capaz de desentrañar lo implícito.

Es por esta particularidad del texto literario que la elección del cuento resulta muy importante y nunca debe tener un significado unívoco ni un mensaje explícito; debe permitir que el chico descubra por sí mismo lo que subyace, "lo escrito entre líneas" y que se esconde en su significado más profundo. La historia debe admitir tantas interpretaciones como lectores/as accedan a ella, aunque en esta etapa los/as nenes/as todavía no tengan dominio de la lectura. Además, más allá de la formación del lector/a, el cuento es importante por el aspecto lúdico, por el juego, por el placer y, además, por la fantasía y estos "no lectores" del jardín de infantes son ya lectores en potencia o pre-lectores.

Pero no es sólo por eso que se los debe motivar con la literatura, sino porque dialogando acerca de lo que sucede en el relato y reflexionando acerca de estos hechos, los/as niño/as se acercan también a la filosofía, puesto que la práctica filosófica nace de esta manera: de la capacidad de discernir, preguntar, cuestionarse y discutir.
Como propuesta práctica transcribo un cuento de mi autoría para los más chiquitos:
POMPÓN
Se llamaba Pompón porque era chiquito, peludo, tibio y suave como un copo de algodón.
Y si Pompón hubiera nacido conejo, su mamá habría estado muy orgullosa.
Pero Pompón... ¡era un sapito! Y cada vez que se metía en la laguna, había que secarle el pelo con pétalos de margarita silvestre.
Y, a medida que fue creciendo, también el pelo le creció.
Y fue el único sapo con trenzas.
Y también fue el único sapo que nadaba con gorra de baño.
Pompón es un cuento que apenas tiene seis párrafos y sólo ochenta y dos palabras, contando el título, y entonces, ¡el desafío! de dejar hablar a los chicos y recoger sus preguntas y sus respuestas y también las reflexiones y los comentarios. ¿Cuánto puede prolongarse el tiempo posterior a la lectura? Y lo más sorprendente: ¿qué podemos aprender de ellos?

Un texto dice muchas cosas, más allá de las palabras escritas y los/as niño/as tienen la habilidad de descubrir estos significados ocultos. Ellos pueden interrogar al texto en lo que no está expresado con palabras, pero que sin embargo está implícito.
Seguramente que esta experiencia será la mejor "receta" para continuar trabajando de la mano de la literatura infantil.

Es posible que al escuchar a los/as nenes/as nos sorprenda descubrir que se pueden establecer paralelos con otros cuentos que ellos conocen. Por ejemplo con El patito feo, de Hans Christian Andersen, donde no se acepta la diversidad y se considera que el patito es "feo" porque no se ajusta al modelo de normalidad dado por los patos. El paradigma es único y el patito es rechazado e infeliz.

Sin embargo Pompón no es "diferente" por pertenecer a otro género, sino que es distinto a todos los de su misma naturaleza. No obstante, y pese a esa particularidad de ser "chiquito, peludo, tibio y suave como un copo de algodón", no parece que se sintiera infeliz o rechazado. El cuento dice que, "si Pompón hubiera nacido conejo, su mamá habría estado muy orgullosa", pero no parece haber rechazo, puesto que le secaba el pelo con pétalos de margarita silvestre, le hacía trenzas y solucionó el problema de su hijo con un gorro de baño. Los hechos narrados muestran a una madre amorosa y dedicada. Es evidente, además, que todos los sapos de la laguna aceptaban su alteridad. Aunque en ningún momento el cuento dice que había otros sapos, al decir que "...fue el único sapo que nadaba con gorra de baño", se puede entender que había otros.

Es posible que la maestra pueda guiar a los/as chicos/as a buscar los puntos en común entre los dos cuentos y también sus diferencias. Y probablemente, llevarlos hacia el plano personal para que cada uno pueda expresar verbalmente sus sentimientos hacia sí mismos y en relación a los otros.

Quizá puedan vivenciar, y ver con mayor claridad, los problemas de discriminación, marginación o exclusión que se plantean a diario dentro y fuera de la escuela.
En este tipo de trabajo el maestro puede llegar a sorprenderse ante la diversidad de temas que pueden surgir. A modo de ejemplo mencionaré las reflexiones que hicieron unos/as niño/as de primer año de EGB en una escuela de Villa Lugano: ellos le dijeron a la maestra que, "también Pompón era el único sapito capaz de tener piojos".
Esta práctica de "cuento-debate" entrenará a los/as nenes/as en la escucha atenta porque ellos mismos se sentirán escuchados y, no sólo aprenderán a escuchar a la maestra, sino a escuchar al Otro, a respetar el turno para hablar sin interrumpir y, en definitiva, a dialogar.

Por otro lado, y de manera placentera, se irá potenciando su capacidad lectora y se irán formando (de adentro hacia fuera) como lectores/as competentes, con "libertad para leer y leer para ser libres".
Y para que los maestros tengan alguna posibilidad de seleccionar cuentos breves, agregamos algunos más.
EL JUNTADOR DE LETRAS PERDIDAS
¿Sabías que... cuando los chicos están aprendiendo a escribir, resulta fácil equivocarse y perder alguna letra?
El duende de las letras perdidas es el encargado de buscarlas y, cuando las encuentra, las guarda en un cofre muy grande, con siete cerraduras. Ese cofre lleno de letras es su gran tesoro.
Pero a veces, cuando los chicos son descuidados, el duende junta tantas letras que ya no caben en el cofre. Entonces llama a sus amigas las hadas y les regala las que le sobran y ellas se pasan siete días eligiendo las que necesitan. Luego se las llevan a la nube 28, donde escriben los "cuentos de hadas", para regalárselos, más tarde, a los chicos.
Quizá sea bueno, para quienes se están alfabetizando, darse cuenta de que además de tener el derecho de aprender, también tienen el derecho a equivocarse, a perder letras y que el error no debe ser sentido como una culpa ni ser castigado, sino que es una consecuencia lógica de todo aprendizaje. Y que además puede ser útil si se lo sabe aprovechar. Y también ellos/as pueden jugar a imaginar cuentos para luego escribirlos.
LAS COSAS RARAS
Felipe piensa que hay cosas muy raras que él no entiende:
¿Por qué los plumeros tienen plumas y no vuelan?
¿Por qué las mesas tienen patas y no caminan?
¿Por qué los libros tienen hojas que no se caen en otoño?
¿Por qué se oye el murmullo del agua, si ella no tiene boca?
¿Y por qué si el buzón tiene boca, no habla?
Son tantas las cosas que Felipe no entiende, que se cansa de pensar y juega a las escondidas con su oso Bernardo.
Un cuento que plantea interrogantes invita a buscar respuestas imaginativas que desarrollarán la creatividad y que provocarán nuevas preguntas, dudas y más propuestas. En definitiva, un juego que puede sobrevivir al cuento durante mucho tiempo.
HISTORIA DE UNA NENA
No era linda, ni era fea.
Tampoco podía decirse que fuese buena.
Pero nadie podía asegurar que fuese mala.
A veces se portaba un poquito mal y otras, ¡requetebién!
Unos días obediente y algunos desobediente.
Tan limpita por la mañana y tan sucia cuando llegaba la noche...
¿Quién era esta nena tan especial?
Nada menos que Lucrecia, una niña como todas.
Pero el papá la llamaba "Lucrecia la bella" y le decía que era una princesa.
Y Lucrecia imaginaba que vivía en un castillo muy hermoso en la punta de una montaña.
Este breve relato, por lo real y cotidiano, permite a los/as nenes/as identificarse con la protagonista: una niña normal que es querida por su padre no por lo que hace, sino por lo que es y, sobre todo, por ser "Lucrecia, una niña como todas". Un amor incondicional y sin exigencias que le permite ser feliz y desarrollarse plenamente.
Sólo debemos dejarlos hablar y que cada uno exprese sus propias vivencias.

VERDE, VERDE...
El Verde ya estaba aburrido de hacer siempre lo mismo: desde hacía seis meses que trabajaba pintando el paisaje, mañana, tarde y noche, sin parar.
Entonces decidió tomarse vacaciones y le pidió a su amigo el Amarillo que lo pintara en su lugar.
El Amarillo era un buen amigo y empezó con mucho entusiasmo, pero... a él nunca le había gustado trabajar y pronto se cansó.
Se sentó a descansar y pensó qué fácil sería su trabajo si los árboles no tuvieran hojas.
Llamó a su amigo el Viento y le pidió que soplara muy fuerte.
Y el Viento sopló y sopló; sopló tanto que todas las hojas salieron volando y los árboles se quedaron desnudos.
Y, sin hojas para pintar, el Amarillo se fue a dormir la siesta y, ¡durmió durante seis meses!
Hasta que volvió el Verde y lo despertó muy enojado:
-¡Qué hiciste! ¿Dónde están los colores? ¿Qué pasó con las hojas verdes...?
El paisaje estaba triste y descolorido.
-Y, ¿a dónde se fueron los pájaros y las mariposas? -siguió protestando el Verde.
Todos se habían ido al país de los Colores a pedir ayuda para volver a pintar el paisaje.
Y, ¿qué creen que pasó? Sí, durante los siguientes seis meses, y con la ayuda de todos, el paisaje volvió a llenarse de colores.
Hasta que el Verde volvió a cansarse y se fue nuevamente de vacaciones... y la historia se repitió otra vez.
¿Hasta cuándo?
¡Hasta dentro de otros seis meses!

Un cuento cíclico que puede ser narrado o leído en cualquier época del año y que pone a los/as chicos/as en contacto con la naturaleza. Es posible que luego de finalizada la lectura no surjan comentarios en forma inmediata. Tampoco es necesario presionar para que aparezcan porque entonces, quienes escucharon, pueden sentir que detrás del cuento se esconde la exigencia del trabajo y este sentimiento negativo los alejará de la literatura.
El docente debe tener paciencia y confiar en la memoria de sus alumnos/as. Entonces aparecerán situaciones de observación donde se pede sugerir "¿recuerdan el cuento de Verde, verde...?, y preguntas que obligarán a mirar y ver y, sobre todo, a reflexionar y a relacionar el cuento con la realidad. Descubrir como nuevo aquello que de tan repetido, habían dejado de percibir. Entonces el mundo será como una eterna caja de sorpresas. El mismo árbol que está frente a la escuela cambia constantemente sin que nos demos cuenta: hoy está lleno de hojas verdes y tiene una ramita nueva y, pasan los días, las hojas cambian de color, caen y el árbol queda desnudo, pero si sabemos mirar pronto veremos los brotes nuevos y... florece...

Este ejercicio se puede repetir en distintas épocas para que el cuento tenga significado y se establezca una referencia con las diferentes estaciones y meses del año, y no solamente como un mero reconocimiento de los colores básicos.
Recordemos que en esa etapa de la infancia hay un marcado gusto por la repetición de los relatos. Y un cuento no es un contenido a enseñar y que una vez aprendido desaparece de la clase. Por el contrario, es beneficioso recordarlo y volver sobre él cuantas veces sea necesario para establecer nuevos significados y relaciones. Será siempre un aliado del docente.

Para finalizar, un cuento para que vos, colega docente, descubras con tus alumnos/as todos los significados que encierra y puedan disfrutarlo juntos, porque un cuento, debe ser siempre, y ante todo, un placer.

EL CÉLEBRE MAQUINISTA DAGOBERTO
Y LA INCREÍBLE HISTORIA DE
LAS VÍAS DEL TREN
Hace muchos, muchos años, los trenes no iban por la vía. Como no existían las vías, los trenes podían ir por donde querían.
Los maquinistas eran los encargados de manejar las locomotoras que arrastraban a todos los vagones.
Estos expertos maquinistas sabían muy bien cuál era la ruta a seguir y, continuamente, iban y venían por el mismo camino. Siempre igual. Día tras día, durante meses y meses y hasta, ¡por años!
Pero un día Dagoberto se aburrió de recorrer tantas veces el mismo camino y se fue con su tren, lleno de pasajeros, a la playa.
Pasaron un día muy lindo y nadie protestó por no haber llegado a destino en el horario correspondiente.
Ya muy tarde, subieron a los vagones para seguir viaje y, como era una noche sin luna, estaba muy oscuro y Dagoberto no pudo encontrar el camino y se perdió.
Cuando salió el sol el tren estaba en la punta de una montaña. El paisaje era tan lindo, que los pasajeros le pidieron a Dagoberto que se detuviese un ratito. Entonces, todos se bajaron a recoger flores y a correr un poco para estirar las piernas.
Y así fue como ese tren llegó a la estación con, ¡quince días de retraso!
Fue por eso que el maquinista Dagoberto se volvió célebre.
Y también fue por eso que los dueños del ferrocarril inventaron las vías: para que nunca más un maquinista aburrido se fuese de paseo o se pudiera perder por el camino.
Desde entonces, todos los trenes del mundo van por la vía.

Nota: Todos los cuentos son de la autoría de Raquel M. Barthe (Escritora, Bibliotecaria y Editora)

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